Al principio, no había sol, ni luna, no había nada. Ni siquiera estabas tú.

Te esperé y no llegaste.

Me quedé entre el vacío y lo demás, en un inter que no sé cómo llamar. Sin embargo, me agradaba. Ya había sol y luna. Sólo faltabas tú.
A veces me encontraba con unas florecitas de pétalos blancos y centro amarillo. A veces escuchaba tu voz, sentía tus besos.
Me quedé entre la locura y la cordura, casi siempre más loca que cuerda.
Iba a la playa y me hundía en el mar por horas, horas, y horas. Me recostaba en la arena, sumiéndome en ella.
Pero nada se comparaba con tu abrazo.
Iba al bosque, veía árboles, crujía hojas, dormía ahí mismo de vez en cuando, por las tardes.
Volvía a la playa, recogía conchitas. Me sentía enamorada. Pero sola. No supe cómo llegué ahí.

Te esperé y no llegaste.

Pero no fue así. Viví engañada 2 meses con 3 días.
La que no llegó fui yo y me odié por eso.
2 meses con 3 días en un lugar maravilloso,
que era bueno para 1, perfecto para 2.

No llegué y me esperaste.

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